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Quienes sufren de párkinson pueden tener dificultad para controlar impulsos

Abr 11, 2019

El Mercurio | Ciencia, Vida y Tecnología
 
Hasta el 20% de los pacientes presenta conductas como compras compulsivas, juego patológico o manía por el orden, síntomas que hasta hace poco no se asociaban al mal y quedaban sin tratamiento.

Cambios en la postura y en la marcha, lentitud en algunos movimientos, alteraciones en los reflejos y rigidez en las articulaciones son señales características de la enfermedad de Parkinson. Un problema que afecta a cerca del 3% de la población del mundo, según la Organización Mundial de la Salud, que además estima que la cifra se duplicará hacia 2030, debido al envejecimiento. Aunque no tiene cura, el diagnóstico precoz y un tratamiento oportuno permiten mantener a raya esos síntomas en buena parte de los pacientes. Sin embargo, alrededor del 15% al 20% de las personas puede desarrollar un descontrol de impulsos, que se expresa en conductas repetitivas como compras compulsivas, juego patológico, hipersexualidad o una excesiva manía por el orden y la limpieza.

‘Puede haber muchos factores involucrados, como la edad, antecedentes psiquiátricos o el tipo de medicamentos que se administra al paciente’, explica el doctor Andrés de la Cerda, neurólogo de la Clínica Dávila. Se trata de un tema al que cada vez se pone mayor atención, según el médico, tal como hoy, cuando se conmemora el Día Mundial del Párkinson. De hecho, él mismo está realizando un estudio con pacientes de la clínica para estimar la prevalencia de este síndrome. Y los resultados preliminares arrojan un 20%.

Reconocer el problema

Una investigación publicada en 2018 por la revista Neurology confirmó que el problema es más común de lo que se pensaba: en cinco años de seguimiento, el 46% de 306 pacientes franceses estudiados terminó desarrollando un trastorno del control de impulsos. ‘Nuestro estudio sugiere que estos trastornos son aún más comunes de lo que pensamos. Y pueden conducir a graves problemas financieros, legales, sociales y psicológicos’, dice el doctor Jean-Christophe Corvol, investigador de La Sorbona en París y autor principal del trabajo. Una dificultad adicional, agrega De la Cerda, es que las personas pueden sentirse avergonzadas de contarle a su médico sobre estos trastornos o pueden pensar que estos problemas no están relacionados con el párkinson.

El doctor Roque Villagra, neurólogo y director médico del Centro de Párkinson (Cenpar), agrega: ‘Esta conducta a veces no es percibida como un problema por el paciente, y es la familia la que alerta sobre cambios’. Los especialistas precisan que la evidencia muestra que el tipo de terapia que reciben los pacientes juega un rol clave. En personas con párkinson que aún no reciben fármacos, la prevalencia de estos trastornos es similar a la de la población general. En cambio, en grupos de pacientes bajo terapia farmacológica, la mayoría de los casos se da en quienes usan agonistas dopaminérgicos, que incluye, entre otros, al pramipexol, ropinirol y rotigotina.

‘Son una alternativa de tratamiento a la tradicional levodopa, que puede producir fluctuaciones en el curso de la enfermedad. En relación a los agonistas, se pensó en un comienzo que eran inocuos, pero con los años se ha visto este efecto’, dice el doctor Villagra. El riesgo del trastorno parece aumentar con la dosis y el tiempo de exposición. Por eso, el manejo considera reducir dosis o cambiar el tipo de medicamento, además de una atención multidisciplinaria, que incluye ejercicios y terapia cognitivoconductual si es necesario. Algo importante, enfatiza el doctor De la Cerda, es llevar a la consulta y comunicar al médico cualquier cambio repetitivo en la conducta del paciente, ya que ‘eso facilita una intervención que modifique el problema’. De lo contrario, puede dificultarse el manejo; por ejemplo, porque en algunos pacientes aparece un marcado síndrome de abstinencia al dejar el fármaco y en otros surgen rasgos que se mantienen por años.